Nunca he tendido a abrazar porque sí posiciones mayoritarias, al menos desde que fui dejando atrás la adolescencia. Pero tampoco llegué a imaginar que me iba a encontrar en el Parlamento Vasco enfrentado a nada más y nada menos que a todos los parlamentarios de la Cámara, y mucho menos que algunos de ellos fueran a dirigirse a mí con especial desprecio, especialmente en los casos del PNV y del PP. Mi respuesta fue tan moderada en las formas como mi argumentario, pero en ningún momento abandoné mi posición radical (y jacobina, según el señor Basabe, de ARALAR, quien además agradeció que por fin hubiera un parlamentario de un partido nacional que defendiera lo mismo en Vitoria y en Madrid…) en defensa de la igualdad, el progresismo y la democracia. Los nacionalistas trepan por los escaños cuando se les dice que los derechos históricos son contrarios a la democracia, el foralismo una estúpida barricada en el camino hacia el igualitarismo y nuestra estructura institucional, arcaica como Berlusconi e irracional como Florentino. Arana, de Ezker Batua, me acompañó esta vez en denunciar los derechos históricos como base de nada, aunque argumentó que no era eso lo que se debatía y votaba, sino el autogobierno vasco. Basabe, de Aralar, estuvo contenido en las formas, agradeció nuestra coherencia y denominó nuestras posturas de jacobinas, ante lo que sonrié disimuladamente. Pastor, socialista, me ignoró y valoró positivamente la unanimidad de la Cámara (sic) y el que todos estuviéramos de acuerdo (sic), supongo que actuando como le han dicho que debe: haciendo como si no existiéramos, no vaya a ser que crezcamos como la espuma y a costa de ellos. Y eso que mi intervención, en un 70%, fue dirigida descaradamente a las señorías socialistas. El portavoz del PNV, Gatxagaetxeberria, utilizó un lenguaje menospreciativo e insultante hacia mi persona e ideas, por lo que intuí que dije cosas interesantes, cuando no verdades como puños. Despreció mis argumentos por centralistas y me acusó de querer eliminar el Parlamento vasco (me quedaría sin sueldo). Nombró a Rosa Díez, a la que acusó de incoherencia y se mostró bastante atacado de los nervios. Damborenea, del PP, me sorprendió por su soberbia: creo que tuve que haberle dicho: todo este alegato en favor de lo que hoy se vota, se lo traslada usted a sus compañeros de partido, a ver si les convence.

Creo que lo mejor fue la mirada de Mari Mar Blanco, desde su escaño próximo a la escalera de paso hacia el mío. Trataré de traducir su mirada: menuda les has dado, señor Maneiro, dudo que seas el único que se crea a pies juntillas tus palabras.