Algo a lo que habitualmente nos enfrentamos la mayoría de ciudadanos vascos no nacionalistas que todavía vivimos en la CAV, es el vacío absoluto en cuanto a medios de comunicación medianamente imparciales o neutrales, o al menos no descaradamente manipuladores. Muchos de nosotros, tanto de la radio como de la televisión pública vasca, sentimos un desapego supongo inimaginable para los ciudadanos de fuera del País Vasco. Me temo que se trata de algo más profundo que la manipulación llevada a cabo por Urdaci en la TVE durante el gobierno de Aznar y de mayor calado que la tejida por la Telemadrid de los últimos años, según me cuentan. Hablamos de personas que desconectan o desintonizan voluntariamente la emisora. De amigos comprometidos a no ver nunca la cadena y que incluso se enervan cuando se les pregunta.
Más allá de tres o cuatro programas que nos entretienen, emisiones deportivas que nos divierten y algunos documentales con los que calmamos nuestras ansias viajeras, me refiero a los infumables teleberris de la televisión y en general, a la radio pública. Es como que dibujan un país distinto al que conocemos, visto desde un solo punto de vista, al servicio del pensamiento y lenguaje único nacionalista. Últimamente decido torturarme y me acerco a ellos, pero me terminan produciendo risa. Desde el famoso mapa del tiempo donde confunden sueños imperialistas nacionales con realidad, hasta la prohibición expresa de utilizar la palabra España para definir al país al que pertenecemos, pasando por tendenciosas expresiones, manipulaciones diversas y retazos plagados de mala uva y medias verdades. Qué voy a decir. Verlo durante años para creerlo … y contarlo si uno sale indemne del atropeyo.
Comparan catalanes con vascos y noruegos y a los partidos constitucionalistas los consideran tan de aquí como el chotis madrileño. Cada imagen y cada comentario es un monumento a la manipulación política y a la opinión sesgada. Y ETB1, sólo en euskera, sin apenas audiencia, sustituida, fíjense si es mala, por productos como Operación Triunfo y Gran Hermano, donde por aquí campan a sus anchas. El opio del pueblo para huir de la realidad que nos aflige.