En palabras de María Guardiola que doy por buenas, futura presidenta de Extremadura, Vox es un partido conformado por “aquellos que niegan la violencia machista, usan el trazo gordo, están deshumanizando a los inmigrantes y despliegan una lona y tiran a una papelera la bandera LGTBI”. Si esto lo dice quien pacta con ellos no seré yo quien la contradiga. Pero, además, y esto a Guardiola le importaba menos, es un partido ultraliberal en lo económico, contrario a la ley del aborto y a la ley de eutanasia, antieuropeísta y nacionalista español, lo que viene a ser lo mismo. Todo esto es constitucional y respetable, pero puede no gustarte. En el lado de las propuestas que en general comparto, Vox es crítico con el Estado Autonómico, defensor de la unidad de España, contrario a los nacionalismos periféricos que quieren romper el Estado y favorable a que se pueda estudiar en español en cualquier parte de España, aunque, en estos casos, con argumentos casi siempre erróneos que no doy por buenos. Si, por ejemplo, hay que defender la unidad de España, no es porque España sea una unidad de destino en lo universal… sino porque es la garantía de nuestros derechos y nuestras libertades, además de instrumento de redistribución o, por decirlo de otro modo, porque sin Estado no hay Estado del Bienestar.
La España de hoy es bibloquista, o sea, solo puede gobernar uno de los dos bloques en liza: el conformado por PP y Vox o el que conforman PSOE y Sumar (antes Podemos). Cualquier otra alternativa es hoy en día pura fantasía, incluida la posibilidad de que uno de los dos grandes se abstenga para que gobierne el otro: preferirán despellejarse antes que defender el interés general. Y lo único que está en cuestión o por decidir es la mayor o la menor fuerza e influencia que puedan ejercer los partidos minoritarios de ambas alternativas en el gobierno que se forme. Con el agravante, para el caso de la izquierda, de que deberá contar además con otros socios indeseables pero indispensables para que ese bloque pueda formar gobierno: fundamentalmente, Bildu y ERC, aunque no solo, ya que también el atrapalotodo PNV, siempre al quite de sus intereses, hoy de izquierdas y mañana de derechas, ofrecerá su apoyo a cambio de nuevos privilegios y prebendas.
Y es así porque UPyD y Ciudadanos pasaron a mejor vida (y pasaron a mejor vida porque los votantes terminaron dándoles la espalda): los primeros por rechazar pactar con Ciudadanos y Ciudadanos por no querer pactar con el PSOE no solo cuando fue posible sino cuando era deseable, y no solo para ellos, sino sobre todo para España. Y es que ni siquiera cuando fue posible la gobernabilidad del país sin hacerla depender de los nacionalistas pudo materializarse aquel acuerdo. Y de aquellos polvos, estos lodos. Hace escasos días un analista político calificaba la cabezonería de Albert Rivera como el mayor error político desde el inicio de la democracia. Y yo estoy plenamente de acuerdo.
Lo que puede dar la entente PSOE-Sumar lo conocemos: lo hemos padecido y sufrido en nuestras carnes durante cinco largos años; y lo que puede dar un gobierno conformado por PP y Vox está por ver aunque algunas cosas las estamos viendo ya y otras nos las temamos. Lo ideal para el PP es gobernar en solitario, pero decir esto es pura melancolía porque, si ha sido posible en algunas comunidades autónomas, parece imposible en el Gobierno de España. Así que, puesto que ya ha decidido que será así, al PP lo que le toca ahora es marcar líneas rojas que no se conviertan después en una alfombra roja. Lo mínimo que se le puede exigir a la formación conservadora es que prepare bien su estrategia a partir de ahora y la explique adecuadamente, ya que lo visto hasta ahora ha sido un auténtico desastre. Y no solo por María Guardiola, flor de un día. El primer consejo que recibí una vez elegido diputado me la dio Francisco Sosa Wagner: «No hagas lo que no puedas explicar». Lo recomiendo a todo el que se dedique a estos menesteres.
Así que, salvo sorpresa mayúscula (fundamentalmente, que el PP se acerque a la mayoría absoluta, en cuyo caso podría gobernar en solitario), a partir del 23 de julio gobernará España uno de los dos bloques: el PP con Vox o el PSOE con Sumar, restos de Podemos incluidos. A unos les gustará una alianza, a otros su contraria y a no pocos ninguna. Esto no es edulcorar la realidad política ni ser equidistante entre ambos bloques sino una explicación objetiva de los hechos. A día de hoy es cuanto puede ofrecer la política española. Si en algún momento fue posible otra cosa, los electores se encargaron, con su voto, de darle la puntilla. España es, por lo tanto, bibloquista, mal que nos pese a muchos.
(Publicado en Vozpópuli el 4 de julio de 2023)