Lo más relevante y provechoso que ha dicho un miembro del PSOE en los últimos tiempos lo dijo recientemente Alfonso Guerra en relación a Yolanda Díaz cuando se le pidió que la definiera: «Es un bluf». Lo bueno, si breve, dos veces bueno. No es necesario alargarse mucho más para definir a Yolanda Díaz, por mucho que sea ministra de Trabajo y Economía Social desde enero de 2020 y vicepresidenta segunda del Gobierno de España desde julio de 2021, y por mucho que goce de una atención mediática que el personaje no merece a la vista de sus aportaciones políticas a los problemas actuales de España. O quizás precisamente por eso: como la hemos oído hablar y actuar, sabemos de lo que es y de lo que no es capaz. O al menos podemos imaginárnoslo. Lo que sí sabemos es que algunos de esos problemas actuales de España son de su responsabilidad, aunque parezca y dé la imagen de que vive en Los mundos de Yupi y de que nada es de su incumbencia; o peor aún, de que ella puede con todo aunque no haya resuelto nada.

La Real Academia Española define «bluf» como «montaje propagandístico destinado a crear un prestigio que posteriormente se revela falso»; «persona o cosa revestida de un prestigio falto de fundamento»; y «fanfarronada, acción intimidatoria hecha por quien no cuenta con los medios para cumplir su amenaza». Cualquiera de las tres acepciones define bien a Yolanda Díaz, a lo que ha hecho hasta ahora y a lo que dice que pretende hacer, aunque hasta ahora no haya dicho nada relevante e ignoremos su opinión en relación a la mayoría de las cuestiones serias e importantes a las que se enfrenta España. Sabemos que utiliza el lenguaje inclusivo y también sabemos que cuando hay un conflicto grave hace mutis por el foro. Por lo demás, poco más: la vacuidad absoluta. No es tan extraño que esto ocurra por nuestros lares: a los personajes relevantes a menudo se les ignora; a los que no aportan nada, se les encumbra.

Yolanda Díaz goza de una amplia trayectoria política: concejal del Ayuntamiento de Ferrol desde junio de 2003 hasta noviembre de 2012; primera teniente de alcalde de Ferrol entre 2007 y 2008; diputada en el Parlamento de Galicia entre 2012 y 2016; coordinadora nacional de Esquerda Unida entre 2005 y 2017; y, más recientemente, diputada en las Cortes Generales, vicepresidenta tercera del Gobierno de España, ministra de Trabajo y Economía Social y vicepresidenta segunda del Gobierno de España. Ahora pero desde hace meses, y sin dejar de ser militante del Partido Comunista, pretende impulsar un proceso de creación de «un nuevo espacio electoral» y supuestamente un nuevo instrumento político para sumar no se sabe exactamente qué ni para hacer no se sabe bien qué. Los que la hemos conocido desde que forma parte del Gobierno de PSOE y Podemos, intuimos que nada bueno; aunque, según ella, «cosas chulísimas» para «este país», cuyo nombre, España, o no recuerda o pretende eludir, supongo que para tratar de atraer a los que llevan tiempo demostrando no querer nada bueno para España.

Más allá del marketing político, la imagen, la publicidad y la telegenia, la cuestión es qué de nuevo y bueno va a aportar este nuevo proyecto político que echó oficialmente a andar hace escasos días. Cuando nace Ciutadans, se sabe que nace para dar cobijo en Cataluña a los progresistas hartos de la connivencia del PSC con el nacionalismo o, por mejor decir, del nacionalismo del PSC, y para hacer frente al independentismo que ya amenazaba con llevar a Cataluña a la ruina. Cuando UPyD nació como alternativa al bipartidismo que padecíamos, llevaba tras de sí un trabajado y ambicioso programa de reformas políticas, institucionales y constitucionales para modernizar y regenerar profundamente España; más allá de las etiquetas que trataron de aplicársele y de la manipulación mediática impulsada por quienes no querían que nada cambiara, se sabía qué era y qué proponía. Incluso cuando nace Podemos, a sus portavoces más mediáticos se les entiende cuando hablan, se intuye lo que se proponen y se reconoce el hueco electoral que pretenden ocupar. De Vox sabemos también lo que es, de dónde surgió y a qué aspiraba: una especie de escisión por su derecha del PP dispuesta a defender lo que el PP no terminaba de defender y para convertirse en referente de unos cuantos millones de personas hartos de los nacionalismos periféricos españoles. Ciutadans y UPyD, ilustrados y dispuestos a hablar a la razón frente a la sinrazón y a la demagogia; Podemos y Vox, los primeros por la izquierda y los segundos por la derecha, más viscerales, más estruendos, más extremistas y más populistas. Independientemente de que las propuestas de unos y de otros nos gustaran más o menos o de que no nos gustaran en absoluto, se sabía qué eran, de dónde venían y qué pretendían.

Pero Yolanda Díaz, ¿qué nuevo espacio electoral va a ocupar en la España actual que no sea sustituir a un Podemos menguado y empequeñecido por el desgaste del gobierno, sus promesas incumplidas y sus mentiras? ¿Qué pretende sumar y para hacer qué Yolanda Díaz? ¿Cuáles son sus propuestas programáticas para España? ¿Qué aporta de nuevo y de bueno? Porque si es lo que parece y suponiendo que sea algo más que la nada más absoluta, ya padecemos una izquierda populista y disgregadora dispuesta a pactar y gobernar con lo peor de cada casa. Si ya existe esa izquierda, ¿para qué queremos más de esa izquierda, que es justo la izquierda que nos sobra?

(Publicado en Vozpópuli el 12 de julio de 2022)