Hubo a quienes escuché decir que yo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de «mantener mi culo» en el Parlamento Vasco. Exageraban con lo de «cualquier cosa»… pero sí es cierto que deseaba que UPYD siguiera estando presente en la Cámara Vasca: no sólo porque el trabajo hecho allí ha sido extraordinario y el que queda por hacer, enorme, sino porque era una forma adicional de ayudar a nuestro partido político a remontar el vuelo. Y porque un partido político se supone que quiere, y está bien que lo quiera, presentarse a todas las elecciones y lograr el mayor número de representantes posibles. Ahora, sin presencia institucional en Euskadi, las cosas serán más difíciles… y quizás por ello estén hoy día brindando quienes lograron su objetivo, inmovilistas, corruptos, recortadores sociales y nacionalistas incluidos. Que sepan en todo caso que volveremos con más fuerza que antes.
Viendo el percal y, en concreto, el ridículo argumental y la nadería política de quienes supuestamente se nos parecen tanto (y de todos los demás, desde luego), observando además el vacío ideológico y programático que se nos presenta y que sufriremos durante los próximos cuatro años, a uno le entran ganas de salir al ruedo de la campaña y seguir diciendo lo que llevamos diciendo desde 2007… pero va a ser que no va a ser posible (de momento) por mucho que a uno le indigne lo que está viendo y oyendo: al fin y al cabo, en la política, como en la vida misma, no siempre querer es poder. Y además los errores propios se pagan.
Ahí queda nuestro descomunal trabajo durante todos estos años. Con UPYD llegaron cuestiones que nunca antes se habían tratado en el Parlamento Vasco y, visto lo visto, no volverán a oírse hasta que volvamos fortalecidos: reforma del entramado institucional vasco, supresión de las diputaciones forales, supresión del Concierto Económico, denuncia de las corruptelas, redes clientelares y actitudes despóticas del PNV, denuncia de la política lingüística nacionalista, reforma de la ley electoral… además de nuestra permanente oposición a los recortes sociales y nuestra defensa del Estado del Bienestar. Qué decir de nuestra oposición al nacionalismo obligatorio y nuestra defensa de las víctimas del terrorismo frente a los servicios auxiliares de ETA. O de nuestra defensa de la igualdad y de los derechos ciudadanos frente a los localismos, regionalismos y nacionalismos de todo tipo. O de nuestros principios inquebrantables mantenidos siempre y en todos los lugares, sin humo ni disimulos ni medias verdades.
Aunque soy de los que defienden ser flexibles en lo accesorio pero firmes en lo esencial, casi siempre fui bastante revolucionario: repetidamente defendí, idealista de mi, que un diputado vasco no sólo debía defender los intereses de los vascos sino atender las necesidades comunes de España. Me miraban todos como si mirasen a un alienígena agarrado al atril parlamentario. En fin, multitud de experiencias vitales y políticas que, sin duda, merecen ser escritas y contadas, junto con otras experiencias igualmente inolvidables acumuladas durante todos estos años. Durante estos años en los que lo he dado todo en el Parlamento Vasco he sido el hombre más feliz del mundo. No hay nada como poder defender libremente aquellas ideas en las que uno cree. Y, puesto que ya nos conocen, nadie duda de que seguiremos haciéndolo.