Aceptemos o pasemos por alto o demos momentáneamente por buena la legalidad de Bildu. Miremos para otro lado cuando nos pregunten por la independencia del Poder Judicial español. Obviemos lo obvio. Hagamos como que no sabemos que son los mismos defendiendo lo que siempre han defendido. Olvidemos por un momento que ETA sigue activa, a la espera de acontecimientos. Lo cierto es que, 50 años de terrorismo después, la llamada «izquierda abertzale», ese estrato social que ha venido justificando el asesinato de conciudadanos nuestros, ha recibido el apoyo y la colaboración entusiasta de dos partidos políticos democráticos (EA y Alternatiba), los cuales se han echado en brazos de su amado como en una película de amor. Lo cierto es que, 50 años de terrorismo después, Bildu, esa coalición impulsada por esa llamada «izquierda abertzale», recibió el apoyo decidido de nada más y nada menos que nuestro lehendakari socialista, que clamó incluso contra miembros de su partido para que se legalizara a quienes son demócratas y dignos de todo respeto. Y lo cierto es que, 50 años de terrorismo después (no concretemos episodios concretos para no dramatizar), ese proyecto político que se niega a condenar la historia criminal de ETA y a exigir su disolución incondicional… acaba de recibir más de 300.000 votos. Este proyecto político nos gobernará en Donosti, ciudad donde más inocentes han caido asesinados y gobernará la Diputación Foral de Gipuzkoa, recaudando nuestros impuestos. A grandes rasgos, y sin concretar más ni dramatizar el horror, éste es el dibujo de la Euskadi del siglo XXI. Una sociedad abducida y enferma. Lastrada por ETA y sin apenas capacidad de levantar cabeza para cambiar radicalmente las cosas. Nosotros, no obstante, lo intentaremos. Y me temo que lo haremos solos.