Independientemente de los motivos que han llevado a ETA a declarar esta difusa tregua (la presión internacional, la dificultad operativa, la escasa cantera, los problemas económicos, el hartazgo social y la infiltración policial, entre otros) o los objetivos que pretenda conseguir con ella (presentarse a las próximas elecciones municipales y forales), creo conveniente insistir en las razones argumentales por las cuales debe rechazarse toda tregua. Las treguas son períodos durante los cuales los terroristas paran… a la espera de acontecimientos. Habitualmente las aprovechan para reorganizarse, coger aire y templar ciertos ánimos que les permita continuar en la brecha. Pero incluso suponiendo que el parón es verificable y cierto: tampoco vale. Porque todas las treguas son temporales y condicionadas. A que los partidos políticos democráticos muevan ficha, corrijan su posición, cambien de estrategia y asuman al menos parte de los postulados terroristas. Es decir, condicionadas a que los demócratas estemos dispuestos a darles algo a cambio de que nos sigan perdonando la vida. A asumir por la fuerza parte de sus planteamientos. Porque, seamos claros: ¿qué se supone que debemos hacer ahora? ¿Qué movimientos se pretende que lleve a cabo el gobierno? ¿Acaso la creación de una fraudulenta mesa de partidos al margen del parlamento? ¿Qué pasos se nos reclaman? ¿Qué nueva fase política debe ahora abrirse? ¿Qué políticas distintas deben aplicarse? ¿Qué supuesto escenario de paz podrá sustituir al Estado de Derecho que ya disfrutamos, pese a ellos? Euskadi, como el resto de España, seguirá transformándose y enfrentándose a nuevos escenarios, ante los cuales aplicaremos unas políticas o las contrarias. Pero ello dependerá exclusivamente de la ciudadanía. En ningún caso podemos desviar o corregir nuestro devenir político porque ETA mate o porque deje definitivamente las armas. Por esto no vale ahora ni debió valer nunca ninguna tregua. Sólo vale la legalidad vigente y el respeto a nuestro Estado de Derecho. Si pretenden ser como nosotros, que asuman la democracia.