Es lo que tiene ser representante de los ciudadanos y parlamentario: ante hechos y propuestas de actualidad, preguntan por tu postura. A menudo ocurre que esperan una respueta concisa: sí o no, a favor o en contra, puntúe al gobierno de 1 a 10, cuál será su voto. Y un servidor es más propenso a la explicación razonada, a los argumentos entreverados, a los grises modulados, posponiendo titulares rimbombantes para una mejor ocasión o para los líderes políticos que nos asolan. Los periodistas necesitan aseveraciones tajantes, blanco o negro, polémica, afirmaciones enfrentadas, polos opuestos y mucha demagogia. Como sigo siendo un idealista y me niego a apearme de los postulados que me hicieron abrazar este proyecto, en esto apenas he cambiado. Ignoro, aunque reflexiono sobre ello, si este alejamiento del exabrupto gratuito nos da o nos quita votos, pero será difícil que mejore en ello: forma parte de mi identidad personal y sólo para determinados temas y principios me reservo contundencia: no hay nada que dialogar ni negociar con ETA, las lenguas no tienen derechos, la dedicación política es la actividad más elevada de la vida… y sigo siendo un empedernido defensor del diálogo y la negociación política… entre fuerzas políticas democráticas y en sede parlamentaria. Por lo demás, filosofo más que siento cátedra.
Sobre abundantes temas tengo ciertas dudas, lo que no evita que pueda afirmar determinadas cosas: tengo claro que UPyD no nació para solucionar en España el conflicto irresoluble que enfrenta a los taurinos y a los antitaurinos, y que en nuestro seno existen defensores a ultranza y ciegos opositores de la fiesta (en minúscula). También veo claro que tanto en Euskadi como en España tenemos problemas más graves que la prohibición o no de las corridas. Pienso sin dudar que entre los impulsores de la iniciativa planteada en Cataluña hay antiespañolistas enfermizos… pero también defensores convencidos de los animales. No creo en absoluto que los aficionados asistan a las plazas para disfrutar de ningún sufrimiento y mucho menos ninguna sobrecogedora cornada. Además de las corridas, existen otras actividades, fiestas y formas de sacrificar animales que producen sufrimiento en ellos. Para nada comparto las comparaciones que algunos pretenden plantear con alfileres: nada tiene que ver matar animales para llevárnoslos a la boca con un espectáculo (cultural o no) que sólo pretende entretener y divertir a los que pagan la correspondiente entrada. La fiesta no es Fiesta Nacional ni forma parte ni expresa una determinada identidad española. Es una tradición arraigada en nuestra sociedad, pero ni esto la justifica ni es por ello de obligado cumplimiento. Los animales no tienen derechos, lo cual tampoco puede significar que rechacemos tratar de hacerles el menor daño posible y evitar inflingirles sufrimiento gratuito. Y, para terminar: me opongo a los tiempos que corren donde las prohibiciones se multiplican y donde los talibanes crecen hasta debajo de las piedras.