Es a la hora del análisis de estos resultados donde cada uno tenemos nuestras propias explicaciones, sospechas, intuiciones, suposiciones y preferencias. Muchos han sido los artículos de opinión aparecidos estas últimas semanas en prensa, reflexiones varias basadas en suposiciones previas, surgidas a partir de preferencias no confesables. Todas con parte de razón y carentes de verdad absoluta.
Dos artículos han sido los que un servidor ha analizado más a fondo: los publicados en EL PAÍS, en fechas 17 y 18 de Marzo, titulados Ni más España, ni sólo Cataluña, y El triunfo socialista en el País Vasco, de Xavier Vidal-Folch y Andrés Blas de Guerrero, respectivamente. Leamos hoy el primero.
Vidal-Folch señala varias razones que explicarían el que el PSC haya roto «todos los techos» y expectativas, pese a la caótica situación en que parecía encontrarse Cataluña, de caos eléctrico y ferroviario, pese al escaso entusiasmo que el Ejecutivo autonómico suscita, pese a su falta de liderazgo y pese al «mito periodístico de que se multiplica el fenotipo del catalá emprenyat, irritado y nihilista», cuales son: el famoso miedo que suscita el Partido Popular en la Comunidad que provocó que el PSC se llevara los votos de los partidos minoritarios, la bipolarización que restó votos a Esquerra fomentando la abstención, el buen cartel del presidente en el Principado y el desempeño de la candidata Carme Chacón. Y señala una razón más profunda que todas las anteriores: «este partido encarna hoy, con mayor precisión que los demás, la realidad sociológica e identitaria de una gran mayoría de catalanes» pues es «el único partido al que éstos reconocen al mismo tiempo como incuestionablemente español e inequívocamente nacional… y catalanista». Aquí le doy la razón: si ganó será porque es quien con mayor precisión encarna la realidad sociológica de los catalanes y en cuanto a la identitaria… me preocupa, pues es tanto como decir que allí se vota mirando el ADN de los candidatos en lugar de a las ideas o que, en base a lo que cada uno defienda, se es más o menos catalán o catalanista y, por tanto… se le vota. Quizá resulta que el problema es mayor del que sospechábamos. Más adelante censura a quienes «imputan al socialismo catalán perfil y vocación nacionalista», aduciendo que todo nacionalismo sueña con Estado propio y el PSC no, y rechaza por igual que sea españolista (¡por favor!), pues no reniega de la Nación catalana (sic). Habrá que creerle lo primero… o esperar a ver qué pasa en el futuro. En fin, convencido está este autor de que el PSC es la encarnación más precisa del Estado de las autonomías, defensor a la sazón de la existencia del Estado: ni más España, ni sólo Cataluña, titula y clama, aunque habría que preguntarle si es más catalán o catalanista quien quiere privilegios que los restantes españoles abonen y más defensor del Estado el que quiere trocearlo y romper la igualdad de los ciudadanos que lo integran. En un último arrebato… nacionalista, defiende Vidal-Folch el mensaje pluriidentitario impuesto por el democratacristiano Duran Lleida (éste lo tiene todo) «frente a la jaula de grillos del pospujolismo» y llama a asumir sus propuestas programáticas, pues hacerlo «significa ser fieles al espíritu de la Constitución, que quiso involucrar a quienes sustentan distintas visiones de lo que ha de ser España». Supongo, digo yo, que involucrarlos para la defensa del Estado y sus ciudadanos, no para dividirlo y trocearlo, pactando con los que no quieren ser solidarios y no creen en el Estado.
En fin, un lío considerable al que UPyD deberá enfrentarse. Cuanto antes. Con ideas… y sin señas de identidad.