Como si fuéramos Bill Murray en Atrapado en el tiempo, se nos repite la historia; y mientras se repite la historia, que de eso se trata, experimentamos; y mientras experimentamos, aprendemos, tomamos nota y nos perfeccionamos hasta conseguir quedarnos con la chica, si es que esta expresión puede todavía decirse. Nuestra chica particular es nuestro nuevo Estatuto al que aspiramos y que nunca llega, y, mientras tanto, el que ya tenemos, el de Gernika, es el que de verdad nos atiende, pero no nos es suficiente. Y de pronto, porque las circunstancias cambian o nos pasamos de listos, nos quedamos sin nada.
Como si fuéramos Bill Murray en Atrapado en el tiempo, se nos repite la historia: y aquí seguimos, como cada año, fin de curso o inicio de legislatura, debatiendo sobre la reforma del Estatuto de Gernika como una de las cuestiones centrales de la política vasca para alcanzar «un nuevo pacto estatutario entre vascos» que nos permita «seguir avanzando». Y siempre que «avanzamos» es porque vamos asumiendo las ideas nacionalistas hasta alcanzar su idea-fuerza por antonomasia: lo mío es mío y lo tuyo es de los dos, porque somos distintos al resto de los mortales, o sea, mejores. Y son diez años los que se han cumplido desde que el PNV y el PSE, allá por 2014, llegaban a un acuerdo para constituir una Ponencia en el Parlamento Vasco que evaluara los logros del autogobierno y «el estado actual del desarrollo estatutario» y que, «de acuerdo con las normas y los procedimientos legales y desde el máximo consenso posible, acuerde las bases para su actualización». Además, aquel acuerdo planteaba que la actualización del autogobierno se hiciera «como expresión de la voluntad política de la ciudadanía representada en el Parlamento Vasco». O sea, una especie de cajón de sastre que permitía a los grupos debatir ad infinitum sobre la cuestión, sin que se tuviera que llegar a un dictamen definitivo en un periodo de tiempo delimitado. O este era postergable a conveniencia, normalmente del PNV. A los jeltzales, que gobernaban en solitario pero acababan de alcanzar un acuerdo de legislatura con los socialistas, les permitía atemperar y posponer las ansias independentistas de EH Bildu; y a los socialistas, intentar ocupar la centralidad política, que no es otra cosa que no contradecir al PNV. Casi a cualquier cosa que cualquier grupo quisiera plantear en el Pleno, se respondía: «A la Ponencia de Autogobierno»; y allí que se llevaba, a dormir el sueño de los justos. Y aquí seguimos, a vueltas con un nuevo pacto estatutario que nos permita avanzar… hacia la independencia.
El nuevo lehendakari del Gobierno Vasco, Imanol Pradales, sigue buscando «pactos de país» a diestro y siniestro con el objetivo de diluir o posponer debates, evitar asumir responsabilidades que le corresponden porque ha gobernado casi siempre el PNV y, de paso, anular a la oposición como agente crítico y alternativa política factible. Si Osakidetza es un desastre, ha perdido el prestigio que tuvo y es actualmente uno de los principales problemas de los vascos, se ofrece un «pacto de país» para solucionar los problemas que tenga porque los que han venido gobernando no han sabido hacerlo; y de ese modo corresponsabiliza a la oposición de lo que no sabe gestionar el Gobierno Vasco. Porque las competencias, además de tenerlas, hay que gestionarlas y hacer un buen uso de ellas. Es loable buscar el diálogo y el acuerdo con los que piensan distinto para enfrentar los problemas que sufren los ciudadanos y los retos de nuestro tiempo: el Sistema Público de Salud, la educación, la calidad del empleo o la vivienda; pero en este caso no es más que una estrategia para anular las necesarias reformas pendientes y debilitar a la oposición y a los adversarios, que es lo que pretende cualquier gobierno; y casi todos han aceptado, porque a ver quién es el listo que se sale del carril previamente marcado y del consenso mayoritario, que bastante polarización política tenemos ya en el conjunto de España, como si la polarización política fuera la indispensable disparidad de opiniones y de criterios. De paso, Imanol Pradales muestra un talante dialogante y conciliador que le permite mantener el poder y las perspectivas de conservarlo; sin embargo, lo que se le debe exigir es que resuelva los problemas que tenemos, no que sea capaz de posponerlos o disimularlos.
Y entre ellos, como digo, el debate sobre el autogobierno, que siempre es para alcanzar más competencias y nunca para tener menos o compartirlas con el resto de conciudadanos españoles y europeos. Que ahora se llevan las excepciones territoriales, las lenguas propias y las fiscalidades singulares, que no es otra cosa que un ataque a la redistribución, a la solidaridad y a la igualdad entre ciudadanos y territorios. Y en breve ya no seremos los únicos que no aportaremos lo que nos corresponde a la caja común para el sostenimiento de las cargas del Estado y el Estado del Bienestar: preferimos la solidaridad inversa, o sea, que los pobres financien a los ricos. Tan progresista como pueden serlo el PSOE o el PSC, que no son ni constitucionalistas ni de izquierdas.
Pero que se debata sin miedo en la Ponencia de Autogobierno me parece estupendo, a ver quién se atreve a lo que otros ya hicimos hace una década: a proponer la devolución de competencias al Gobierno de España, la eliminación de las diputaciones forales, la supresión del Concierto Económico o la reforma de la ley electoral para que el voto de cada vasco valga lo mismo. O tantas cosas que se mantienen bajo llave en el baúl de las cosas intocables. Todavía los veo subirse por las paredes. Preferimos profundizar en la diferenciación de derechos y en los privilegios basados en los «derechos históricos» que nos permiten recaudar nuestros impuestos y negociar políticamente con el Gobierno de España nuestra aportación al resto del Estado. Para pagar menos, claro, que somos progresistas pero para lo que queremos. Mientras tanto, y gracias al infumable pacto entre el PSC y ERC para que Illa sea presidente en Cataluña, avanzamos hacia un Estado Confederal para desunir lo que estuvo unido. Y luego llegará el derecho a la autodeterminación de las partes que lo conforman. Y entonces nos quedaremos sin nada. Y echaremos de menos a la chica que tuvimos. Como la vida misma.
(Publicado en Crónica Vasca el 4 de agosto de 2024)