Basta con recordar los cadáveres políticos que Pedro Sánchez ha dejado en la cuneta (Albert Rivera, Pablo Iglesias o Pablo Casado, entre otros) para caer en la cuenta de la capacidad de resistencia y de supervivencia del personaje en cuestión y de lo dificultoso que es y será apearlo de la Moncloa, por mucho que nos echemos las manos a la cabeza al recordar los desmanes cometidos durante sus años en el gobierno. Pedro Sánchez cuenta al menos con tres factores que lo ayudarán a seguir siendo el Presidente del Gobierno de España: primero, ausencia de principios políticos y morales, lo que le permite decidir esto o su contrario en función de lo que le interese en cada momento e independientemente de lo que haya prometido o dicho antes; segundo, poderosas terminales mediáticas que lo apoyan; y tercero, una hinchada socialista convertida en coro de correligionarios dispuesta a defenderlo haga lo que haga y caiga quien caiga, incluida España o lo que quede de ella. La debilidad de la oposición hace el resto.

Además, Sánchez ha eliminado la disidencia interna dentro del partido, laminado a los críticos, silenciado o domesticado a la vieja guardia y a las viejas glorias y cerrado el paso a cualquier líder socialista que en un futuro más o menos cercano pudiera intentar recuperar al PSOE para una izquierda sensata, decente y con sentido de Estado. Visto lo visto, su sucesor podría ser todavía peor, habida cuenta el sectarismo del PSOE, donde el debate brilla por su ausencia y la militancia aplaude con las orejas, convertida en una secta al servicio de su líder supremo. Haberlos los habrá, supongo, pero a los críticos ni se les oye ni se les espera, que es casi peor que si no los hubiera. Al final y al cabo, forman parte del cotarro y siguen blanqueando a Pedro Sánchez y su proyecto letal para la convivencia y para la España constitucional de ciudadanos libres e iguales. Respecto a los barones socialistas, no son más que un entretenimiento mediático y la excepción que confirma la regla. La pregunta es qué pasará cuando pierda el poder. El problema es qué ocurrirá hasta entonces.

A Pedro Sánchez nada parece pasarle factura. Ni el pacto inicial con Podemos que él mismo se desaconsejó, ni sus pactos con nacionalistas e independentistas vascos y catalanes, ni la inconstitucionalidad de los decretos de alarma, ni los indultos concedidos a los políticos sediciosos, ni el incumplimiento de la sentencia del castellano en Cataluña, ni la reciente reforma del delito de sedición. Ni sus promesas incumplidas ni sus mentiras. A Pedro Sánchez nada le pasa factura; o, por decirlo mejor, no tanto como cabía esperarse tras los desmanes cometidos desde que alcanzó el gobierno.

Además, de la mano de Podemos, ha puesto en cuestión la Constitución Española y la Transición Democrática, ha resucitado el franquismo para azuzar el enfrentamiento en su beneficio, ha convertido a su principal adversario en enemigo y ha tratado de vender la idea de que quien se opone a sus despropósitos es de derechas, cuando no un extremista radical o un fascista. Hoy, entre los jóvenes que se autodefinen de izquierdas, dos décadas después de la llegada al PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero, es lugar común ver con normalidad los pactos de la izquierda con el nacionalismo, en lugar de verlos como lo que realmente son: una anormalidad política y una contradicción en los términos. Hoy los jóvenes militantes socialistas son incluso políticamente peores que sus dirigentes. En la España de 2022, si defiendes la unidad de España, la centralización de competencias o no ceder ante los nacionalistas, eres considerado miembro de la derecha, por muy socialdemócrata que seas. Personalmente puede importarme entre cero y nada, el problema es el caldo de cultivo que se está generando en los jóvenes y la dificultad que ello provoca para el surgimiento de una izquierda española igualitaria y no nacionalista. Antes de ganar las elecciones, hay que disputar y ganar la batalla del relato.

Es verdad que el PP lo supera en las encuestas y es el favorito, pero ni su líder encandila ni creo que su  partido pueda tenerlas todas consigo. Sánchez sigue en la pelea, y no escatimará medios ni euros para mantenerse en la Moncloa. Y, como no es tonto, recordará sus medidas sociales, incluidos el incremento del salario mínimo y el incremento de las pensiones de nuestros mayores. Y si la situación económica no se agrava demasiado o incluso mejora, no descarten ustedes nada.

Además, el supuesto triunfo del PP no satisfará a muchos de los muy descontentos con Sánchez, tanto en la izquierda como en la derecha. Lo cual podrá suponer pan para hoy y hambre para mañana. Quizás a medio plazo la solución no sea sustituir al PSOE por la derecha sino, dando por hecho que esta ganará ahora, construir una alternativa decente desde la izquierda.

(Publicado en Vozpópuli el 15 de noviembre de 2022)