A Pablo Casado y a Teodoro García Egea les ha quedado grande la batalla contra Mª Isabel Díaz Ayuso y finalmente la han perdido. Y por ello, víctimas de sus propios errores y sus torpezas, no les queda otra que dimitir y convocar un Congreso Extraordinario, donde se pondrán las bases de lo que quiera ser el nuevo PP que de ahí surja, y donde sus militantes elegirán nuevo líder y nueva dirección, y, por lo tanto, nuevo programa y nueva estrategia para los próximos años.
Casado y Egea han dado por buenos los principios marxistas pero de Groucho: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. El origen de esta tormenta que ha hecho saltar por los aires a la formación conservadora es un choque de liderazgos entre Casado y Ayuso y, sobre todo, la pujanza y la valentía de esta última para marcar estilo personal y discurso propio, lo cual no suele gustar a los líderes de los partidos, pendientes de ganar fuera (elecciones) pero también de seguir ganando dentro (el poder interno). Ayuso, más favorable a pactar con Vox si fuera necesario; Casado, más reacio, contundente incluso en algún momento contra la formación que le está comiendo terreno. Lo curioso es que la primera opción es la que debilita las opciones electorales de Vox mientras que el discurso de Casado las alimenta. Al menos en el corto plazo. Sea como fuera, esto ya es pasado.
Si, todo ha sido un despropósito. Tras sembrar dudas sobre el proceder, la legalidad y la ejemplaridad de Ayuso y tras supuestamente espiarla, Casado y Egea decidieron casi a continuación batirse en retirada: donde dije “digo”, digo “Diego”, aquí paz y después gloria, y retirada del expediente abierto a la presidenta de Madrid, al considerar satisfactorias las explicaciones dadas por esta en relación a las actividades profesionales desarrolladas por su hermano; lo que no fue sino una forma de reconocer sus errores, pedir perdón y tratar de que todo volviera al principio. Lo que no hizo sino sentenciarlos. Y, por si acaso, Ayuso da otro golpe: anuncia que ella misma llevará a la Fiscalía todos los documentos contractuales sospechosos y, de este modo, termina de dar la puntilla definitiva al jefe. Y de fondo, crecientes peticiones de dimisión dentro y fuera del partido, manifestaciones contra Casado y editoriales de medios de comunicación que le piden que se marche cuanto antes.
Más allá de los rumores, los dimes y diretes, las interpretaciones complementarias o excluyentes, las suposiciones imaginarias o reales, las manifestaciones de exaltados o las exageraciones periodísticas, lo que aquí se dilucida es el liderazgo del principal partido de la derecha española y su futuro: es decir, quién sustituye a Pablo Casado, quién dirige el partido y qué nueva estrategia despliega para zafarse de Vox y llegar a la Moncloa. Las posibles, supuestas o hipotéticas irregularidades del hermano de Ayuso o de la propia Ayuso se dilucidarán ante la Justicia.
Así que en este conflicto intrapartidario se decide el liderazgo del PP y el futuro del mismo. Y su capacidad de salir del laberinto en el que se encuentra y de proponer un proyecto político alternativo al de Sánchez y Podemos. Los que se alegran de la crisis del PP pueden arrepentirse en unos meses. Y, del mismo modo, quienes se muestran ilusionados porque, ahora sí, tendrán el PP que quieren, pueden decepcionarse más pronto que tarde cuando, quizás, comprueben que nada ha cambiado porque nada es ni para siempre ni, sobre todo, para tanto. Sacar ahora conclusiones electorales de la crisis es precipitado y temerario. La política da muchas vueltas, así que yo ignoraría las encuestas de estos días y dejaría de hacer análisis cortoplacistas demasiado profundos y con recorrido limitado. Lo esencial es saber quién dirige el PP a partir de ahora y, sobre todo, qué proyecto político propone y qué oposición realiza. Porque puede existir un buen gobierno con una buena oposición, pero no puede haber buen gobierno con una oposición inexistente, ineficaz o incapaz, que es la que hemos tenido hasta ahora. Y esto vale para Madrid y para España.
Y es que España necesita una derecha decente, bien gobernada y bien liderada (para empezar, porque los ciudadanos necesitan sentirse representados, y para terminar, para que se vayan a los extremos los menos posibles), que se articule como alternativa a Sánchez por la derecha y que sea capaz de gobernar España con sus propias ideas y recetas. Para resolver los problemas de España es condición necesaria que el PP resuelva su crisis; sin embargo, es condición necesaria pero no suficiente. Y no lo es porque España seguirá necesitando una alternativa a Sánchez pero por su izquierda, en forma de una izquierda digna de tal nombre: progresista, social y antinacionalista. Es justo lo que no hemos tenido hasta ahora ni a día de hoy tenemos. Y lo que necesitamos hoy como agua de mayo y seguiremos igualmente cuando el PP salga de su laberinto y supere su crisis.
(Publicado en Vozpópuli el 22 de febrero de 2022)