El pasado jueves conocimos el último comunicado de la banda terrorista. En él, ETA anuncia lo que le pidió la Conferencia de Ayete que anunciara. A su vez, la Conferencia de Ayete le había pedido que anunciara lo que el mundo que rodea a los terroristas le había pedido a la Conferencia de Ayete que pidiera. Es decir, con este comunicado, ETA sigue un guión diseñado por ella misma, se trata, por tanto, del penúltimo acto de una obra de teatro… cuyo final sólo será digno si lo escribe la democracia.
Respecto al comunicado, sólo personas muy insensibles o muy distantes con el drama que hemos padecido, podrían sentirse plenamente satisfechas. Sólo personas muy equidistantes podrían no sentirse insultadas por semejante bazofia: «organización socialista revolucionaria de liberación nacional», «solución integral del conflicto», «secular conflicto político», «la lucha de largos años», «confrontación armada» o «el reconocimiento de Euskal Herria» son expresiones que deben repugnar a quien tenga un mínimo de sensibilidad y cultura democrática y demuestran, por cierto, que ETA sigue siendo una organización totalitaria que sigue sin entender la democracia, que sigue sin aceptar los más básicos principios democráticos, que sigue sin aceptar nuestras instituciones y que sigue siendo depositaria de un proyecto político de exclusión absolutamente antidemocrático. Un proyecto ante el cual debemos oponernos contundentemente.
Estos días he venido diciendo algo que quiero que se entienda bien: ETA ha perdido la «batalla militar» y ahora, los demócratas, debemos derrotar su proyecto totalitario. Obviamente, nada más lejos de aceptar que hayamos vivido en una guerra entre dos bandos enfrentados. Nada de eso: la realidad es que ha existido una banda terrorista que ha tratado de imponer su proyecto político al conjunto de la sociedad pacífica. Y, ante eso, no hay otro objetivo más loable que defender la democracia y las instituciones que la sustentan. Es decir y por decirlo quizás mejor: ETA ha sido derrotada operativamente y ahora debemos derrotar su proyecto totalitario.
Dicho esto, es obvio que su anuncio de cese definitivo de su «actividad armada» es claramente insuficiente y no supone su final. ETA debe disolverse, entregar las armas y los arsenales, reconocer el daño causado y colaborar con la Justicia. Hay quien dice que debe pedir perdón. En todo caso, este réquisito sería exigible para el caso de que pretendieran que la sociedad llegara a ser relativamente generosa. Tal cosa ni la planteo: como escribía recientemente Ruiz Soroa: ¿alguien pretende hacernos creer que esa gente merece nuestra generosidad? En absoluto.
Por tanto, lo que queda pendiente es hacerle ver al mundo de ETA que ni uno sólo de sus condicionantes queremos cumplir: ni la mesa de partidos políticos, ni el reconocimiento del inexistente derecho a la autodeterminación, ni mucho menos la impunidad o amnistia. Ni su pretensión de equiparar a víctimas con verdugos o reescribir la historia. Tal pretensión es un disparate inasumible. Y todo esto se lo transmitiremos en breve a nuestro lehendakari. Y que juntos deberíamos seguir defendiendo los pilares de nuestra democracia. Del proyecto totalitario de ETA.