A propósito del asunto de la sentencia del Tribunal Constitucional, el portavoz del PNV en el Congreso afirma que «el debate no está tanto en la sentencia, como en el «humus» regresivo sobre el Estado autonómico». Treinta años después, sabemos a lo que se refieren los nacionalismos disgregadores e incluso la izquierda conservadora cuando hablan de progresividad/regresividad en lo que se refiere al Estado autonómico español. Cuanta más desigualdad, más progresividad, cuanta mayor es la diversidad de derechos, mayor es la pluralidad política española y cuanta menor autonomía del gobierno central para conciliar ansias legítimas de autogobierno con el deseable interés general, más progreso. O sea, el mundo al revés. A Josu Erkoreka y demás profesionales del desbarre, incluidos los gobiernos que nos desgobiernan, habría que recordarles que lo progresista es garantizar el cumplimiento de la legalidad, aplicar la Constitución española, aspirar a lo que más beneficia al conjunto de los ciudadanos y defender la solidaridad y la igualdad ciudadana para contrarrestar al neoliberalismo insolidario de los nacionalismos desbocados. Éstos son el humus regresivo que nos está llevando al siglo pasado.
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Leo a Arturo Pérez-Reverte: «Ulcera el alma ver a los jóvenes maltratados por estas diecisiete Españas injustificadas, egoístas y ladronas». Sin embargo, como él, me resisto a creer que nada pueda hacerse. Nuestra propuesta, un estado federal cooperativo y simétrico conformado por comunidades autónomas con las mismas competencias, para lo que habría que reformar la constitución española y devolver determinadas competencias al gobierno central. Así haríamos viable el estado de las autonomías, hecho unos zorros por culpa de separatistas y separadores. Otra opción es «cerrar una segunda Transición, facilitando que las autonomías, todas, se sientan más cómodas», como algún supuesto izquierdista comenta por Euskadi. Nuestra opción busca defender un determinado proyecto político. La otra es dejarse llevar por la marea disgregadora, no hacer nada, tratar de sacar provecho de las circunstancias y confundirse voluntariamente con el paisaje nacionalista.