Con tres años de retraso a consecuencia de la pandemia, la semana pasada celebramos en Bruselas, a iniciativa de la incansable Maite Pagazaurtundua, el vigésimo aniversario de la concesión a Basta Ya del Premio Sájarov, que entrega anualmente el Parlamento Europeo a personas o grupos que hayan destacado por su compromiso con la defensa de los derechos humanos y la libertad de pensamiento. Era la primera vez que la Eurocámara concedía el premio a una iniciativa cívica de la Unión Europea, lo cual venía a reconocer la anomalía democrática que se vivía en el País Vasco y en el conjunto de España.

En 2000 tuve el privilegio de acudir a Estrasburgo junto con una delegación de ciudadanos comprometidos en la lucha contra el terrorismo de ETA y en la defensa en positivo y sin complejos de la Constitución Española como mejor forma de defender la democracia. A mí me invitaron porque había militado en Denon Artean – Paz y Reconciliación, escribía en la sección de Cartas al Director de El Diario Vasco y acudía a las concentraciones contra ETA, actividades que fueron «premiadas» con el lanzamiento de dos cócteles molotov al balcón del domicilio de mis padres, donde yo vivía. En Estrasburgo coincidí con Joseba Pagaza, José María Calleja o José María Mendiluce, por citar solo a tres valientes que ya no están entre nosotros. Con algunos he vuelto a coincidir en el Parlamento Europeo veintitrés años después, con más años pero los mismos principios democráticos insobornables. Entre ellos, Fernando Savater, quien en 2000 protagonizó un inolvidable discurso ante el Parlamento Europeo, parte del cual José Ibarrola incorporó a su creación artística «El túnel del odio», expuesto esta semana pasada en la institución de Bruselas. En él se contrapone la voz de Fernando Savater a los gritos de la piara terrorista y su «ETA, mátalos» con los que nos amenazaban habitualmente los servicios auxiliares de la banda: como entonces, la palabra razonada se alza frente a la sinrazón y el ruido del nacionalismo excluyente y violento.

Con la aparición de Basta Ya a finales de los 90 del siglo pasado se sustituyó el pacifista y estoico «Dilo con tu silencio» con el que nos manifestábamos los pocos que salíamos a la calle por la defensa activa del Estado de Derecho y la legalidad vigente, incluida la Constitución España. El objetivo ya no era la «paz» porque no estábamos en guerra, sino la aplicación estricta del Código Penal a los terroristas y el perfeccionamiento de los instrumentos legales para frenarlos, incluida la ley de partidos que ilegalizó a quienes pretendían compaginar la violencia terrorista con su presencia en las instituciones. Se tomó conciencia de que no había dos bandos enfrentados que debían acordar una salida negociada a sus desacuerdos sino una banda terrorista que, a través de la persecución de los no nacionalistas y el asesinato de inocentes, pretendía imponernos su proyecto político totalitario.

Con el surgimiento de Basta Ya se acabó el silencio por parte de quienes decidimos reivindicar activamente y sin miedo nuestros derechos políticos vulnerados y llamar a las cosas por su nombre. Ya no nos manifestábamos solo tras cada atentado o cada secuestro, sino aunque no los hubiera, porque la amenaza persistía y no había libertad plena. Cuando Otegi declaró aquello de que solo nos faltaba manifestarnos con la cabra de la Legión, no pedimos perdón ni bajamos la cabeza. Fernando Savater, en rueda de prensa, le contestó como se debía: «Prefiero manifestarme con la cabra de la Legión que con la cantidad de cabrones con los que suele manifestarse el señor Otegi».

Basta Ya combinó la movilización ciudadana más rebelde e irreverente con la argumentación razonada y el pensamiento ilustrado. Basta Ya denunció la actividad terrorista de la banda pero también al nacionalismo corresponsable de los hechos ocurridos. ETA no era un grupo de extraterrestre llegados del espacio sino personas educadas en el odio y las soflamas racistas del nacionalismo identitario. Era indispensable, por tanto, denunciar la responsabilidad del nacionalismo que gobernaba Euskadi desde los inicios de la democracia. Al PNV no le hizo gracia nuestra existencia ni que nos manifestáramos «contra el nacionalismo obligatorio», cosa que perjudicaba su negocio. De ahí que pretendiera no solo seguir recogiendo las nueces sino que desapareciéramos: fue cuando un consejero del Gobierno Vasco prometió «desactivar a Basta Ya de la misma forma que hemos desactivado a Jarrai», nada menos que la cantera juvenil de ETA. Al poco tiempo Joseba Pagazaurtundua fue «desactivado» por un pistolero de ETA.

En Bruselas nos juntamos un grupo de personas ideológicamente transversales con edades diferentes y experiencias diversas que deberán seguir colaborando en algunos frentes. Se trata de seguir recordando y defendiendo la dignidad de las víctimas del terrorismo, y de recordar los hechos ocurridos para que no se repitan; y en caso de que se produzcan nuevas injusticias o el nacionalismo nos atosigue, responder de la misma forma: con la voz y la razón, con el Estado de Derecho y con el desparpajo de la gente libre y valiente de Basta Ya.

(Publicado en Vozpópuli el 7 de febrero de 2023)